¿Porque Se Recomienda Tratar La Hipertensión Arterial además del Cardiólogo con un Psicólogo?


Actualmente, las enfermedades cardiovasculares se han convertido en la primera causa de
Muerte en todos los países del mundo industrializado, y el análisis epidemiológico de este
Fenómeno ha permitido reconocer la existencia de unas variables biológicas denominadas factores
de riesgo de enfermedad cardiovascular, capaces de influenciar la probabilidad del padecimiento
de accidentes cerebro vasculares, enfermedad coronaria, insuficiencia cardiaca o arteriopatía
Periférica. La hipertensión arterial es uno de estos factores de riesgo modificables y es
Considerado, en la actualidad, como uno de los mayores problemas de Salud Pública.

Su trascendencia, pues, radica en:


Presentar una elevada prevalencia entre la población.
La prevalencia de hipertensión en una población o, lo que es lo mismo, la proporción de individuos que son hipertensos en un determinado momento, varía ampliamente en función de determinados factores, que incluyen, básicamente, la franja de edad de población considerada, la metodología utilizada en la medida de la presión arterial, el número de lecturas realizadas y, por encima de todo, el límite elegido para diferenciar la normotensión de la hipertensión.
Este último factor es el más determinante a la hora de estimar la prevalencia. En efecto, que se elija el límite clásico de 160/95 mmHg o el más actual de 140/90 mmHg condiciona, definitivamente, la prevalencia de hipertensión en la población. A escala internacional, utilizando los límites de 160/95 mmHg, las prevalencias registradas oscilan desde un 10 hasta un 20% de la población adulta (18 años y más). Si los límites utilizados son los de 140/90 mmHg, la prevalencia puede aumentar hasta el 30%.

La hipertensión no está relacionada con una causa concreta. Existen múltiples factores interrelacionados entre sí, que pueden contribuir a desencadenarla. Algunos de ellos no se pueden modificar como la edad, el sexo o la genética; aunque otros sí son susceptibles de modificación y control, como los culturales y sociales, responsables de estilos de vida poco saludables que pueden desencadenar Hipertensión Arterial.
Prevenirla y tratarla desde un enfoque multidisciplinar es el nuevo reto para el Medico.

Estos profesionales indican que su objetivo es: “Desde una perspectiva biopsicosocial, realizar una asociación entre el padecimiento de Hipertensión Arterial, también conocido por sus siglas HTA, y los factores de riesgo o protectores, a nivel cognitivo, emocional y conductual. Por eso e hemos optado por fusionar las disciplinas de Cardiología y Psicología, con un objetivo muy concreto: el de reflejar en qué medida el comportamiento humano va a favorecer la aparición de trastornos puramente biológicos y en qué medida esta biología va a favorecer la aparición de cambios en el comportamiento. Lo mental y lo físico van de la mano y más aún dentro de un contexto social como el actual”.

En la hipertensión arterial existen factores que no pueden modificarse, como la edad, el sexo y la genética o la herencia, y factores susceptibles de modificación y control como los culturales, psicológicos y sociales que conducen a conductas y estilos de vida poco saludables o nocivas, como fumar, beber, consumir en exceso sal, azúcar y grasas u otros hábitos de alimentación perjudiciales, que junto al sedentarismo y la falta de ejercicio físico, suelen llevar al sobrepeso y la obesidad, importantes desencadenantes de Hipertensión Arterial. Y es en este punto donde se convierte en imprescindible la atención psicológica.



Los psicólogo refieren que  “Dentro del grupo de factores modificables debemos incluir y resaltar el inadecuado manejo o afrontamiento del estrés y la expresión emocional inadecuada con baja tolerancia a la frustración. O el bajo control o interiorización de la ira u hostilidad, generando mayor malestar emocional. Si la ira exteriorizada, se da de forma descontrolada sería un factor de riesgo, pero sino, supondría una variable protectora frente al padecimiento. A la vez, la afectividad negativa y los síntomas depresivos, suponen un factor importante para el desarrollo de la hipertensión. Al interferir en la vida diaria, descienden la satisfacción personal favoreciendo el desarrollo de la hipertensión y generando un peor ajuste de esta enfermedad, que incrementa a su vez la afectividad negativa.

También el bajo nivel educativo, el bajo apoyo social recibido o percibido, el nivel de ingresos o estatus económico, las presiones del entorno y las distorsiones cognitivas, sin ser factores causales, en mayor o menor medida contribuyen a la HTA. Otros factores psicosociales como la situación de desempleo, el estrés laboral y familiar alto, junto a la amenaza de perder el trabajo o la vivienda, cobran hoy, en un contexto socioeconómico poco favorable, una importancia particular para aumentar la probabilidad de padecer o agravar esta enfermedad”.

“Desde la cardiología, la meta del tratamiento es lograr una reducción sostenida de la presión hasta niveles normales mediante consejos para modificar estilos de vida o conductuales no saludables y, en la mayoría de los casos, con la administración de medicamentos.

Pero la gran mayoría de los hipertensos presentan varios factores de riesgo y es imprescindible valorar el “Riesgo Total”, porque esta coexistencia de factores tiene efecto multiplicador resultando en un riesgo total mayor que la suma de los factores aislados.

Por esto, la intervención sanitaria debe perseguir la reducción de la exposición a todos los factores posibles de ser modificados, y es aquí donde la estrategia interdisciplinar de atención en equipo sanitario para asistir al paciente hipertenso puede controlar la TA en mayor grado que la asistencia convencional basada únicamente en el médico. Entre las tareas en equipo se incluyen, sobre todo, el apoyo necesario del paciente para lograr los cambios de hábitos de vida o conductuales, para afrontar situaciones socioeconómicas adversas y para lograr la adherencia al tratamiento”.
Desde la psicología se trabajaría el estilo de afrontamiento ante situaciones de estrés y la forma en la que interpretamos la realidad que vivimos. Aprendiendo además a generar una expresión emocional controlada, sin interiorizar sentimientos ni generando conductas desadaptativas. Siendo importante fomentar y regular el apoyo social que elegimos y recibimos y la forma de percibirlo.

Una adecuada detección precoz de la afectividad negativa, supondría una medida más de prevención de la HTA y una información relevante para el pronóstico. Como conducta preventiva es aconsejable canalizar, regular y expresar correctamente los estados emocionales adversos, mediante conductas adaptativas, para evitar que entrañen problemas cardiovasculares como la hipertensión.

El estilo de afrontamiento y el apoyo social son dos variables que moderan el impacto del conjunto emocional negativo, habiendo diferencias sexuales respecto al manejo de ambas variables que suponen un diferente manejo del estrés, teniendo como consecuencia diferencias en el desarrollo y pronóstico de esta enfermedades Las estrategias centradas en el problema y en la aceptación del problema son las que mejor funcionan. Las que peor funcionan y se asocian con peor salud física y con mayor malestar, son las centradas en evitar conductual y emocionalmente el problema. Y no solo es importante el apoyo recibido, sino también la percepción de éste, ya que disminuye la influencia negativa del estrés y supone un amortiguador de la reactividad mostrada ante un estresor”.

Especialistas

Estos dos especialistas defienden que los determinantes sociales de la salud siempre deben ser considerados a la hora de valorar el estado físico y la enfermedad de la persona. Más aún en épocas de crisis como la actual, ya que pueden influir en la aparición y el control de la Hipertensión Arterial. El manejo de una exposición prolongada al estrés, podría contenerse accediendo a los recursos sanitarios que permitan controlarlo, en primer lugar, al apoyo social y psicológico.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre un 30 y 45% de la población adulta mundial padece de Hipertensión. Una enfermedad letal, invisible y silenciosa, que rara vez provoca síntomas en las primeras etapas y que en muchos casos se diagnostica tardíamente, cuando ya ha provocado daños orgánicos, sin que la persona afectada sea consciente de padecerla. 

Se considera como enfermedad cuando ésta supera los valores máximos normales (140/90) de manera persistente. Sin el tratamiento adecuado, aumenta las probabilidades de padecer ataques cardíacos, cerebrales o enfermedad de los riñones poniendo en riesgo la salud, la vida y el bienestar.